La applelización de la sociedad asocial

Si hacemos una evaluación de la sociedad de hoy en día, ¿seríamos capaces de concebir la cotidianeidad sin utilizar las nuevas tecnologías?, la mayoría de personas de la cada vez más amplia mediana-edad utilizan el teléfono móvil a diario de media entre seis y diez horas.

Echando la vista atrás, vemos cómo cada época ha estado marcada por unos referentes populistas que definieron cada uno de los aspectos de la vida de sus contemporáneos. En los años 30, las melodías de jazz trataban de cubrir otros sonidos de la que fue una de las peores épocas de la historia de la humanidad, da igual hasta donde llegase tu nivel de mierda, pues lo importante era que estaba naciendo la nueva moda, chaqués y vestidos largos cuanto más brillantes mejor, aunque llevarlos suponga sacrificar el salir a cenar.

En los 70 se disparó el número de niños que deseaban ser astronautas (por supuesto, con sus correspondientes intentos fallidos), del mismo modo que se multiplicaban los horripilantes pantalones campana en los armarios de todos los españoles.

Con la globalización experimentada desde las últimas décadas, donde las fronteras -no solo físicas- se difuminan y las grandes multinacionales dictaminan qué tienes que hacer para ser una persona de éxito –o lo que ellos entienden por individuo exitoso- ¿Será que nos encontramos en una evolucionada mcdonalización de la sociedad ritzeriana? Yo lo llamaría laApplelización de la Sociedad Asocial; el oxímoron deriva del sino que nos encontramos a diario en cualquier ciudad de los denominados “países desarrollados” (término que, por otro lado, considero que necesitaría una clara revisión –pero no es el asunto del artículo-).

Ahora que no te atreves a ver en directo a aquella persona que conociste en la nube por miedo a mostrar la realidad muy alejada de tu principal de Facebook, retales de lo que fue tu pasado mejor -¿o ni siquiera fuiste así entonces?-, sabes que el atractivo del directo es insuperable al que te pueda aportar cualquier profesional del Photoshop.

Ahora que te sientes orgulloso de esos 532 amigos, sabes que nunca removerás el tiempo junto al café del mismo modo que lo haces con los tres de siempre.

Ahora que sonríes cuando el aparato te notifica que tu último viaje no-realizado fue retwitteado por 20 desconocidos, eres consciente de que lo hacen para que en otra ocasión les “devuelvas el favor” con su tarde de barbacoa y piscina no-disfrutada.

Esta opinión me lleva al fregado de tener que definir qué es eso de viaje no-realizado, pues para mí, lo que se hace hoy en día no es viajar, o al menos, no es el concepto que yo tengo de esta maravillosa actividad. Desde muy pequeña me inculcaron el valor de la esencia del viajar, y en mi humilde opinión ésta reside en observar la verdadera belleza del paisaje desde fuera del objetivo de la cámara de dosmilquinientos mega pixel, perderte por ciudades increíbles sin posibilidad de localizarte a través del Maps (y es que sin duda, los mejores rincones se encuentran cuando te pierdes), admirar el encanto del trayecto en tren desde la ventanilla y no desde la pantalla de Adif, y un largo etcétera que sé que muchas personas compartirían pero oye, no es cuestión de ponerse melancólicos.

No quiero que se considere mi opinión como una crítica a las nuevas tecnologías, (de hecho si os fijáis en el blog desde donde lo escribo pertenece a una empresa del sector TIC), sino más bien a la utilización que la sociedad de hoy en día hace de éstas. El éxito reside en poder valorar lo tradicional y hacer que cada experiencia pueda ser más única gracias a la utilización de las nuevas tecnologías, disponer de todos tus recuerdos a un golpe de dedo, amar en la distancia o incluso emplear sus innumerables utilidades en mejorar el nivel de vida de los colectivos que más lo necesitan.

Y todo ello, o al menos, la mayoría de las cosas mencionadas, dependen de las empresas que precisamente se dedican a la comercialización de nuevas tecnologías, pues tienen que ser conscientes de que sus –nuestros- productos, deben ser el complemento ideal para una vida plena y no la sustitución de la misma.

By: Andrea Ruiz Camazón

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